De emociones y finanzas personales / Analogías
Ya son más de dos lustros en el transitar por el maravilloso mundo de las finanzas personales. En este lapso he sido testigo, primero en mis propias carnes, después al poner en práctica lo aprendido al servicio de los demás, de cómo la naturaleza humana influye directamente en la consecución o no de toda meta, en especial de las financieras.
¿A qué me refiero con el término naturaleza humana? Lo definiría como aquel proceder en automático por el que las personas actúan en base a las circunstancias. Por ejemplo, somos más propensos a evitar el dolor que a buscar el placer. Así, mediante ese actuar impulsivo es que compramos sin comparar, nos endeudamos en las ventas nocturnas, y picamos ante la tentación de modas pasajeras. Son estos comportamientos a los que hago mención, los que no se analizan desde la razón, sino que son evidencias del lado emocional.
En el mercado de valores se predica mucho la paciencia como estrategia para triunfar. Es a través de este atributo que los inversionistas pueden generar rendimientos atractivos. Deben pues saber esperar a que sus activos se aprecien lo suficiente como para salir avantes. La realidad es que muy pocos lo logran, no porque desconozcan dicho principio, sino porque ante la minusvalía (que en la mayoría de los casos es temporal), se apresuran a vender en pérdida para “evitar el dolor”. Ya lo dijo en una ocasión el oráculo de Omaha, Warren Buffett, nueve mujeres no pueden dar a luz a un hijo en un mes, se requiere esperar a que cada una engendre el feto por nueve meses, en alusión a que todo proceso lleva su debido tiempo y es inútil y perjudicial incluso el querer alterar su curso.
En consultoría tenemos dos rubros para generar un conocimiento exhaustivo de los consultados. Una es la parte dura, la numérica y la segunda es la parte blanda, la de la psicología financiera. Ya he hablado con gran extensión sobre la primera, por lo que en esta ocasión me centraré en la segunda solamente.
Cada individuo tiene una historia de vida, única, personal e incomparable. Desde que somos pequeños nuestros padres tienen la función de criarnos y educarnos. Es en esa educación, formal o informal, directa o indirecta, en que se maman creencias y conceptos respecto a muchos temas, entre ellos el dinero. En la niñez aprendemos el significado, el uso y demás menesteres respecto a él. Sabemos que es importante porque se necesita para comprar el desayuno en el recreo, para tener útiles y uniformes, para pagar la colegiatura, etc. También escuchamos en casa que es una constante preocupación ya que es una fuente limitada que hace frente a gastos diversos, como el alquiler, la ropa, el transporte y demás cuestiones que en algún momento escuchamos en boca de nuestros padres.
Como seres emocionales, estamos expuestos a una continua exposición mediática. Lo que anteriormente lo hacían la radio, la televisión, las revistas y los periódicos, ahora lo hacen también los medios electrónicos, encabezados por las redes sociales. En todo momento alguien está vendiendo algo, se nos trata de seducir, de llamar la atención para adquirir un bien o servicio constantemente. El freno o el acelerador no siempre lo pone nuestro presupuesto, en ocasiones son las emociones las que juegan en contra de la planificación y terminan ejerciendo un detrimento financiero.
De la misma forma que una persona con sobrepeso opta por ir al nutriólogo para monitorear su ingesta calórica, y se acompaña de un entrenador personal para fomentar el ejercicio, así pasa con las finanzas personales. Las personas saben, son conscientes de que necesitan hacer cambios en su vida para ser más saludables, para prevenir enfermedades, pero en ocasiones se esperan tanto en ir con un profesional que llegan con obesidad, diabetes y una condición física deplorable. En nuestra experiencia, no hay mayor diferencia con el manejo del dinero. Nos buscan cuando las deudas los comen mes a mes, cuando el insomnio los visita todas las noches, cuando buscan un milagro financiero que los saque de su estrés, de su mal manejo y decisiones impulsivas de compra.
En consultoría no solo revisamos el histórico numérico, también analizamos la programación con la que el consultado acude a nosotros. Cómo maneja los riesgos, su perfil de inversionista, sus hábitos de compra, qué tanto vive para impresionar a los demás, si presta dinero o avala a los demás, si realiza compras para sentirse mejor, si sabe esperar o no a la gratificación, si se compara con los demás, si mide su progreso en base a pertenencias banales, si utiliza compulsivamente redes sociales, la lista sigue.
Hacemos consciente el resultado. Nuestro trabajo es revertir tendencias, es que el consultado se de cuenta y comprometa en que necesita cambiar radicalmente sus hábitos y comportamientos en cuanto al dinero. Damos un seguimiento y acompañamiento personalizado para que el interesado tenga y mantenga la motivación y no se sienta en ningún momento solo. Así, después de unos meses de “dieta” y “ejercicio” es que entra en régimen, se perfila a salir de la inercia consumista, de todas aquellas decisiones mal informadas que lo llevaron a cavar fondo. Porque ya lo confirma el adagio popular “zapatero a tus zapatos” en alusión de dejar a cada quien dedicarse a lo que son capaces, si tus resultados económicos y financieros no son del todo buenos, tal vez sea el momento de acudir a alguien que te pueda ayudar, tu yo futuro te lo va a agradecer.
La Opinión de: César Omar Ramírez de León. Empresario, Consultor en Finanzas Personales e Inversionista en el Mercado de Capitales.